¿Podemos exigirle visibilidad a los artistas LGBT+?

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    Kit Connor
    Kit Connor

¿Podemos exigirle visibilidad a los artistas LGBT+?

02 Noviembre 2022

El 31 de octubre pasado el actor británico Kit Connor, de 18 años, se visibilizó como bisexual en Twitter. Pero a diferencia de otros casos similares, la salida del closet del coprotagonista de Heartstopper, la serie de Netflix, no fue con alegría. El mensaje de Connor fue: “Vuelvo un minuto. Soy bi, gracias por desclosetar por la fuerza a un chico de 18 años. Creo que algunos no entendieron el punto del programa. Chau.”

Connor había abandonado las redes el 12 de septiembre a raíz de acusaciones de “queerbaiting”, un término cuya traducción literal sería “carnada para desviades” y que se utiliza para una práctica bastante común en la industria cultural: crear contenidos con subtexto LGBT+ pero profesando heterosexualidad en público, de manera de atraer a un público diverso sediento de representación pero sin ofender a su audiencia heterosexual.

Ejemplos muy visibles de esto son Sherlock, la serie de la BBC en la que Sherlock Holmes y Watson tienen una dinámica de pareja (que incluso es remarcada por otros personajes de la ficción) pero que son canónicamente heterosexuales, y Luca, la película animada de Pixar cuyo director insiste en proclamar como “una metáfora sobre ser diferente”. 

El problema, entonces, es “prometer sin concretar”. Estas ficciones usan lenguaje fácilmente decodificable por el colectivo LGBT+ pero nunca cumplen con el deber de representación. Las acusaciones contra Connor son a raíz de unas fotos de la mano con la actriz Maia Raficco, compañera de elenco de su última película. Según este razonamiento, el actor se estaría beneficiando de un rol LGBT+ en un producto construído para ese público sin ser parte de la comunidad.

¿Pero es razonable aplicar este estándar, pensado para criticar grandes producciones, a una persona real? ¿Qué espacio queda para la exploración si exigimos primero una declaración pública de pertenencia a un colectivo? Algo similar sucede cada vez que Harry Styles se muestra con un look tradicionalmente femenino. Muchas veces se escuchan críticas del tenor de “lo celebran porque es heterosexual, si fuera gay lo excluirían”. Pero… ¿Nos consta que Styles sea heterosexual? ¿Sabemos qué pasa en su cabeza? ¿Sabrá alguien, incluso él, cómo se nombrará dentro de unos años? 
 

Más terrible aún: ¿podemos exigirle esta exposición a un adolescente? ¿Quién tiene todas las respuestas a los 18 años? Desde mi experiencia estrictamente personal, yo no las tenía, en muchísimos sentidos. Y creo que nadie las tiene.

La situación se vuelve aún más trágica cuando pensamos que el personaje que interpreta Connor es bisexual como él. Y es un reclamo frecuente de esa parte del colectivo el fin de la discriminación interna: parecería que para algunas personas una identidad bisexual solo es válida cuando está en una pareja visiblemente no-heterosexual. Pero no, las personas bisexuales lo son siempre, estén solos, en pareja, en un vínculo no-monógamo o lo que sea. Esta sospecha expulsiva tiene un impacto en la calidad de vida de las personas: la población bisexual sufre de más consecuencias en su salud mental por el estrés que esto genera.

El queerbaiting es un problema: las empresas que quieran nuestros billetes deberían comprometerse a darnos la representación en ficción que siempre nos faltó. Pero no es algo de lo que podamos acusar a una persona individual por su vida personal o su expresión de género. Sacar a patadas del closet a un actor sigue siendo violento aún si realiza por fines pretendidamente benignos.

En todo caso, a quienes sí se les puede exigir visibilidad es a quienes toman un rol de liderazgo, aún desde el trabajo artístico. Tal vez si no sos parte de la comunidad, o si lo sos pero no lo querés o podés mostrar, no tomes el micrófono en una marcha del Orgullo (algo que tristemente sucede). Pero salvando esos casos y ocasiones puntuales, el criterio debería ser siempre el respeto a la intimidad. El derecho de admisión sólo lo pueden ejercer las minorías que en realidad son mayorías, quienes habitamos los márgenes tenemos el imperativo moral de no pedir carnet de afiliación.

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Heartstopper: serie de Netflix